Madre teniendo a su hija en brazo, y con la otra mano, escrito el mensaje. Rostro sereno, firme, mirando de frente, como si estuvieran presentes sus destinatarios. La nena, mirando al que está más cerca; la madre mirando al que se sienta en el lejano sillón de Mitre. Carácter criollo.
Esa mujer, probablemente sea beneficiaria de alguna asistencia social; esa hija, seguramente la tiene, al menos, en la AUH.
Sin embargo, la dignidad es superior al temor y la especulación. Más todavía, siendo ambas beneficiarias directas de la seguridad social y por ende, perjudicadas inmediatas de la canallada del estado amarillento (PRO Cambiemos, gobernadores y mayorías en el Congreso Nacional), el límite, la advertencia, el reclamo no es por ellas, es por los viejos. Expresión de un largo dolor, quizá el drama de esa misma familia antes un poco más dichosa.
Viejos que, por lo demás, revisten el más alto carácter que los hombres damos en toda religión: sagrados. Casi, el rostro de Dios entre nosotros.
A la vez que, sin decirlo, le advierte al otro, del límite que está transgrediendo. Lenguaje y estilo gaucho.
Estas mujeres, madre e hijita urbanas (en este caso “de provincia”), en una calle comercial blandiendo una cartulina. Vestidas “como de costumbre para ir al centro”, tal cual son. Sin “producirse”. Imagen compuesta que muestra la complejidad cultural de nuestro tiempo. Junto a la sencillez y humildad de la vestimenta; en el segundo plano los objetos navideños se exponen al lado de un cartelito que nos avisa que allí, y con la documentación señalada, muy probablemente se pueda acceder al préstamo de un usurero “al paso y al acaso”. Y a la derecha, la posibilidad de hacerse de una kufiyya, el pañuelo palestino. Y en las protagonistas, no puedo dejar de decirlo, la belleza de las primeras mujeres de esta tierra.
Imagen compuesta, compleja, que refleja que el mestizaje cultural sigue siendo la principal nutriente de nuestra personalidad nacional.
Pero el centro del mensaje es el cartel mismo, el lema que trasunta (me permito reescribirlo ya que la portadora, por espacio y tamaño lo escribió tal como se ve):
«Macri y Urtubey
Los jubilados
Son sagrados”.
Tal vez si los agarrara un rapero del segundo o tercer cordón del gran Buenos Aires, pudiera hacer una canción con este estribillo.
Junto con el impulso ético y moral de la advertencia; la lucidez de no olvidar la prelación en la jerarquía de los destinatarios. Hay algo de métrico, de rítmico, que muestra que música y poesía también están presentes en la organización de la persona, llena de sentimiento y de profunda intención. Y el gesto de la mano de la nena es la síntesis del mensaje y la esperanza. Insondable misterio del alma gaucha.
Da para mucho más, pero esto no es otra cosa que una salutación. Me permití la extensión porque advierto que el espíritu de Martín Fierro (guerrero civil, cantor y poeta) sigue presente y vivo en las mujeres y hombres que aman profundamente el hogar común, la Argentina.
Que el gaucho y el indio vencidos por el alambrado, la estancia y la fuerza mitrista, al poco se renovaron en la revolución del Parque.
Como Fierro cantó, miles de mujeres y hombres de hoy siguen encarnando el alma argentina. A ustedes honran los versos del poeta:
“No me hago al lao de la güella
Aunque vengan degollando
Con los blandos yo soy blando
Y soy duro con los duros.”
A todos, un esperanzado ¡Feliz 2018!
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