Indiecito santo, Ceferino
El mundo se sorprendió con tu imagen en el altar allá en Santiago. No estabas solo, dos santos chilenos y una beata te hacían companía: un jesuita, una carmelita y la otra, como vos, hijos ambos de San Juan Bosco.
Laura, niña chilena, dio la vida por su madre aquí en la Argentina. Vos, argentino mapuche, queriendo ser cura, diste la vida por tus hermanos allá en Roma.
Ambos estuvieron allí en Santiago sosteniendo a Francisco en su misión, y la fe y la esperanza de millones de chilenos, argentinos, latinoamericanos.
Naciste en Chimpay y en Chimpay fuiste beatificado. Y empezaste a cerrar el círculo que los habitantes de nuestras tierras desde siempre sostuvieron, como lo hacían también los cristianos, el círculo de unidad sin fin entre cielo y tierra, entre huenu mapu y puel mapu, la patria de arriba y la patria de la tierra.
Por eso amaste la Cruz de Cristo, porque desde siempre viste y amaste la Cruz del Sur.
Naciste en Chimpay y en Chimpay fuiste beatificado. Un domingo 11 de noviembre de 2007, frente a tu isla, la isla de tu papá Manuel y de tu mamá criolla. Y bajo ese sol que seguramente extrañaste en Roma.
De ese día, querido indiecito santo, Ceferino, me acuerdo lo trajiste al padre Jorge, que hoy se llama Francisco. Ese padre Jorge que siempre amó a los salesianos, y que hizo tanto por tu iglesia en éstos pagos tuyos, queriendo y respetando, como vos, a tus hermanos.
Por eso hoy te pido,
indiecito santo, Ceferino
Lo traigas de nuevo a este peñi Francisco
Será una nueva fiesta, la fiesta de tu gloria,
Indiecito santo Ceferino, hermano.
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