NO ES EL ADVERSARIO LA MEDIDA. ES LA HISTORIA, QUE RECLAMA SU ALTURA

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Solamente una psique alterada (singular o de grupo) y una lengua desaforada, pudieron construir y poner en marcha una rémora de guerra civil, a la que minimizaron denominando como “la grieta”.

Dispusieron para tal propósito de cuatro factores:

  •             recursos físicos: los medios de comunicación y las nuevas tecnologías; alimentado y sostenido por intereses nacionales y extranjeros que todavía hay que ver su legitimidad y pertinencia;
  •             recursos generativos: el amplio bagaje de conocimientos y técnicas que facilitan, promueven y sostienen algunas ciencias que, combinadas, permiten crear y dirigir necesidades y deseos; expectativas y sensaciones; emociones y sentimientos, y hasta generar pensamientos y explotar pasiones.
  •             una fuerza compuesta mediante una fórmula extraída del más rancio progresismo, pero en verdad casi primitiva: el odio residual de la revolución libertadora asociado a la ambición ilimitada de los “nuevos ricos”, esos que “la hicieron” poniendo el Estado a su merced, a lo que venga,  pues se trata de gentes que solamente persiguen el éxito inmediato, a como sea. Una especie de revival del mequetrefe Isidorito Cañones.*­
  •             una palanca diseñada sobre sectores populares desilusionados y desorientados; castigados por cuarenta años de frustración y fracaso.

Si bien durante todo el año pasado (2016) la mayoría de la población quedó como suspendida, inmovilizada, al cabo de los hechos contradictorios y retroactivos esa mayoría ha comenzado a sustraerse de la rigurosidad de la grieta, toda vez que se percibe,  CRECIENTEMENTE, QUE NO ES MÁS QUE OTRO NEGOCIO AUTISTA QUE FAVORECE SOLAMENTE A UNOS POCOS.

Es que esta pomposa grieta careció, en rigor, de todo vestigio de legitimación histórica. Se apoyó excluyentemente en uno solo de los componentes históricos que dividieron a los argentinos, y, para mayor degradación, no pudo superar el signo de sucedáneo de esa violencia profunda que atravesó a todo nuestro pueblo. En otras palabras, de los componentes históricos solamente se apoyó en el odio y la revancha.

Sustrato importante, pero que no alcanza, hoy, para superar la estrechez del camino corto de la promesa publicitaria y marketinera.

Pero la nota ciertamente importante sobre la que se construyó esta palanca, fue una profunda aspiración de cambio (exacerbada y manipulada, es cierto también).

El sentido histórico, la meta y la direccionalidad amasadas por la esperanza, eso no se perdió nunca. Se soterró, cuanto mucho.

La fina pituitaria y los sedimentos de doctrina, la experiencia de comunidad, eso siguió siempre presente. Tal vez disminuido. Disminución que no ha alcanzado para retrotraernos a simple masa, aunque hayamos descendido un par de escalones como pueblo.

Entonces, aquel recurso, la palanca, está terminando por convertirse -o generando- en fuerza, y aquí es donde comenzará a revertirse en acción el hartazgo con el régimen.

A los Isidorito-boys se los describe como “insensibles”. ¡Peor aún, son crueles!

El autismo violento que padecen revela que la única convicción que poseen (que intentan mediática y discursivamente disimular), es una cruel sed de venganza. Cabe preguntarse ¿cual, por qué? Tienen, portan la firme creencia, convicción, de que ¡con los argentinos no se puede!

Por eso en este tiempo terminal del individualismo exacerbado, han ido al frente los descendientes directos de los conquistadores del desierto; esos que, al cabo de 140 años, lo único que amasaron es el poder de la plata mal habida. ¡Ni un cacho de cultura!, diría Clemente.*

  • No tienen prosapia (aunque mienten haciéndose llamar “patricios”)
  • Ni proyecto político (el que sus tatarabuelos tuvieron se fue perdiendo gracias al Movimiento Nacional). Solamente les ha quedado el asalto al Estado vía contrataciones de obra pública; endeudamiento privado convertido en público; contrabando; evasión fiscal, usura, etc.
  • Ni conciencia de clase: patricios no son, aunque tengan algunos casamientos ilustres que se escabulleron con la marea social. Desclasados son. Por eso se entremezclan con personajes recalados en estas costas huyendo de las guerras y hambres europeas del siglo pasado, portadores de un perfil que los acerca más a don Corleone que a cualquier gentil-hombre.
  • Ni liberales son. Conservas tampoco. Derechistas hace rato que se les fue (Duran Barba les toma el pelo, a ellos, diciendo que es un gobierno de izquierda). Clericales menos, o porque se los llevó el Concilio o por agnosticismo. A la oligarquía terrateniente pertenecieron, algunos, sólo marginalmente; y encima, a la oligarquía terrateniente la liquidaron Perón y Evita. Al partido militar ellos mismos lo entregaron para poder subsistir en democracia (es decir, ¡hasta hoy!)

SON LOS NI-NI SOCIO POLÍTICOS, MENDIGOS DEL FMI.

QUE LO ÚNICO QUE QUIERE DARLES SON ¡ORDENES! (muchachos, de la plata olvídense, miren como viene la mano internacional)

Entonces, no es para tomárselos a la ligera, pero tampoco para dar por el pito más de lo que el pito vale.

Portan y manejan herramientas que el Movimiento Nacional difícilmente vaya nunca a instrumentar porque están fundadas en una profunda inhumanidad y en un profundo anticristianismo. Hábiles aprovechadores de nuestras debilidades, aquellas poderosas herramientas tendrán uso eficiente hasta que recuperemos y accionemos otra vez nuestro más importante capital: la acción solidaria. Primero.

Y luego, si seremos capaces de recuperar el Movimiento Nacional, nuestro modo eficaz de movilizar  potencia, de organizar fuerza y experimentar poder.

* Isidorito y Clemente, personajes de historieta (comic argentino) del siglo pasado.

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