“No; yo ya sé que la oligarquía, la del 17 de Octubre, la que estuvo en la plaza San Martín, ésa ya no volverá más al gobierno, pero no es ésa la que a mí me preocupa que pueda volver. Lo que a mí me preocupa, es que pueda retornar en nosotros el espíritu oligarca. A eso es a lo que le tengo miedo, mucho miedo, y para que eso no suceda he de luchar mientras tenga un poco de vida –y he de luchar mucho- para que nadie se deje tentar por la vanidad, por el privilegio, por la soberbia y por la ambición.
Yo le tengo miedo al espíritu oligarca, por una simple razón. El espíritu oligarca se opone completamente al espíritu del pueblo. Son dos cosas totalmente distintas, como el día y la noche, como el aceite y el vinagre…”
“…para no ser oligarca y ser un buen peronista, tenemos que basarnos en un amor profundo por el pueblo y por Perón, sustentado en valores espirituales y en un gran espíritu de sacrificio y de renunciamiento, no proclamados sino hondamente sentidos.”
Eva Perón, “Historia del Peronismo”
El anhelo-necesidad-demanda-imperativo de unidad, una vez más, parece estar en la boca de muchos. Dicho esto, no sobre el pueblo pata al piso, sino sobre aquellos que tienen voz y son mostrados. Porque ya mismo, muchos de ellos proclaman que la habrán de concretar en las sombras de los espacios reducidos. Que no es el pueblo llano. Ni cercano a éste.
El “espíritu oligarca” es el modo adecuado de juzgar la conducta de las personas en la dimensión política, es decir, en lo colectivo. No se refiere a la intimidad ni subjetividad de nadies.
Pero claro, cómo se manifestaría ese algo tan difícil de “tangibilizar” (percibir, probar, ser aprehendido por los sentidos corporales).
Evita no solamente conceptualiza y define con precisión de manera universal, sino que da las condiciones: negativas (vanidad, privilegio, soberbia, ambición); y especialmente las positivas amor profundo por el pueblo y por Perón; valores espirituales; hondo sentimiento y capacidad (conducta, acción) de sacrificio y renunciamiento.
De modo que, ¿qué agregar en cuanto a conceptualización doctrinal? Nada.
Sí conviene poner en situación, dos cuestiones más ostensibles, sobre las cuales es prudente evitar caer en el plano moralista, tratamiento sumamente peligroso y negativo porque en general poco tiene que ver con la moral y menos aún, la ética; y sobre todo, porque inescindiblemente hacen a la subjetividad de la persona, del sujeto singular que habrá de integrarse y conformar el sujeto colectivo Movimiento Nacional, con su escala de valores que orienta las conductas. Pero cuestiones éstas que se mantienen en la intersección entre lo negativo y positivo que señalaba Evita; entre valor y conducta estrictamente políticos; entre concepción y acción.
Pero sobre todo, porque, como queda dicho, son de absoluta actualidad.
Son estas dos cuestiones, pertenecientes ellas a la actitud y capacidad de renunciamiento: la tendencia a la hegemonía y “el virus social de la corrupción”. Empiezo por el estrictamente político.
Tendencia a la hegemonía
1) “Tendencia” tiene dos diferenciaciones: a) una como predominio de las pulsiones del yo individual que en el hombre sustenta la capacidad de conservación, generador del sano egoísmo que se supera por el autodominio desarrollando el desinterés.
El no cultivo, o bien, el deficiente cultivo del autodominio, genera actitudes, “valores”, conductas que distorsionan aquella básica y necesaria capacidad de conservación, desarrollando una exacerbación del egoísmo (individual y colectivo).
En consecuencia, esta tendencia a la hegemonía podemos definirla como aquella disposición ínsita de la conciencia, conducta y costumbres que algunos hombres y grupos tienen y desarrollan hacia una cosa o materia determinada. Como su práctica deviene en efecto contrario a aquello que es primordialmente natural en el hombre, la búsqueda del otro, del prójimo (principio básico de sociabilidad), del bien, la verdad, la belleza; la búsqueda general de justicia y común unidad… quedará así empañada por el cerramiento en intereses sectarios.
Estas conductas negativas sustentan el deseo del poder (y terminan, como hoy, en su idolatría), y la sobre-necesidad de estimación y notoriedad. Gemelo del ansia de tener, impulso a la corrupción. Aquel, en un cierto modo como materialidad; estos últimos, inmateriales. Pero en mutua e inescindible retroalimentación.
Brevemente, para aproximarnos a comprender la primordial edificación que sustentó históricamente el Movimiento Nacional, no termina la acción del hombre con aquellas tendencias primordiales hacia el otro (convivencia, asociatividad, organización); sino que también operan otras que, como aquellas, son absolutamente “naturales” generadoras de cultura (política), y que son las tendencias de ser-para-otro (propio de los servidores, es decir, los conductores de cualquier y todo grado (benevolencia, generosidad, altruismo, etc.), inherentes al alma popular del argentino humilde y entregado.
2) La palabra, “hegemonía”, mundializada hace ya muchas décadas por Antonio Gramsci, tiene en realidad dos acepciones: la primera, estrictamente teórica, desarrollada por el autor sardo. Muy breve y riesgosamente de esta acepción podemos decir que se trata de la capacidad de orientación, conducción, encuadramiento político, intelectual y moral que tiene un grupo, organización, etc. de articular (otro de los conceptos clave gramscianos) sus intereses y fines con y sobre los de otros, apoyándose la más de las veces en la supremacía intelectual y moral (o su eficaz sustituto marketinero y multimediático); componiendo y haciendo posible la constitución de una voluntad colectiva más o menos perdurable. Puede tener o no un sistema de ideas (a lo largo de la historia del movimiento nacional si lo tuvo, evolutivo y perfectible). Esta hegemonía (supremacía cultural, política y moral) supera las conciencias parciales que la compongan. Por lo tanto, la teoría la presenta como la constitución de un todo orgánico y relacional (para Gramsci estrictamente encarnada en estructuras, aparatos e instituciones), argamasa eficaz que unifica y articula básicamente un “bloque histórico” generador de prácticas específicas productoras de una identidad común y prácticas diferenciales que sostienen, modifican y enriquecen identidades y subjetividades (al punto de hasta reconvertirse en otras) en el proceso de transformación social; y
La segunda, la más laxa y si se quiere, extendida vulgarmente, que, aún explicitando parcialmente algunas de las características anteriores, entiende la hegemonía como la lisa y llana dominación y supremacía estricta de una persona o grupo adentro de una organización definida o estructurada, determinada (sea ésta un Estado sobre otro, una empresa, un grupo social o político, etc. sobre los demás). Fuerza y poder excluyen a toda otra capacidad o potencia. La organización, estructura, aparato excluye lo orgánico es decir, todo (todos) aquello que es intrínsecamente sujeto (singular o colectivo); y finalmente, como constructo siempre tangible, acapara la voluntad general y excluye a la diversidad. Llegados aquí es más fácil comprender cómo la proximidad relacional, el encuentro personal e inmediato puede ser reemplazado por la tecnología y los multimedios. La negación de la política, en todo cuánto ésta tiene de simpleza humana como expresión relacional impulsada desde el complejo persona.
En resumen. Como puede verse nada de esto es ajeno al hombre. En todos está presente con diverso grado. La mayoría lo integra en la sana práctica social y política. Unos pocos lo exacerban y lo profesionalizan con otros provechos. Pero son hombres. El Movimiento Nacional tiene una concepción del mundo y también una concepción del hombre. Por eso siempre los ha integrado tratando de conjugarlos a favor del bien común. Se entiende esto si se es capaz de recordar cómo se hace el adobe.
El riesgo es que el Movimiento Nacional vuelva a quedar atrapado en la hegemonía de alguna “casa reinante”.
Como recordatorio eficaz me permito dos acontecimientos de la historia del último cuarto del siglo XX.
Perón volvió para cumplir la alta tarea de trabajar por la unidad de los argentinos, base para la unidad de la Patria Grande en simultaneidad del fortalecimiento del Movimiento de No Alineados.
El abrazo con Balbín y con la mayoría de las fuerzas sociales, políticas y económicas puso los cimientos para la finalización de la guerra civil. El sabía los riesgos que, de todos modos, se seguían corriendo. Por eso, a cada cual su misión.
Sin embargo…durante el turbulento invierno de 1973, cuando hizo falta la operativización del máximo de las tendencias primordiales para el otro y las de ser-para-el-otro, el Movimiento respondió con cerrazón y egoísmo. Hubo un solo compañero que impulsó otra resolución. Perón aceptó la que decidieron los cuerpos orgánicos, distinta a la que Eduardo Espil, en el Consejo Nacional, propugnaba consultar.
Consecuencia posterior de decisiones que no estuvieron a la altura de las circunstancias, luego de la noche oscura de la tiranía (alguna vez se escribirá la historia verdadera de la participación civil en ella), y ahora sí encaminados a la terminación de la guerra civil; una consecuencia grave fue la dispersión y molecularización de la orgánica del Movimiento. Dentro del tiempo en el que gobernó una misma casa, el virreinato riojano, el Justicialismo se afilió a TRES INTERNACIONALES, en este orden: liberal, socialdemócrata y socialcristiana. Sólo botones de muestra. Las instituciones políticas del Movimiento Nacional acapararon, excluyentemente, a todas las otras modalidades de la democracia y poder popular.
Corrupción, virus social
“…Lo que se haga para luchar contra este flagelo social merece la mayor de las ponderaciones y ayudas… y esta lucha nos compete a todos… ’Unidos para defender la esperanza’, implica mayor cultura de la transparencia entre entidades públicas, sector privado y sociedad civil. Nadie puede resultar ajeno a este proceso; la corrupción es evitable y exige el compromiso de todos”.
Francisco exhortó también a las autoridades a que se empeñen “en este sentido para brindarle, a su pueblo y a su tierra, la seguridad que nace de sentir que Perú es un espacio de esperanza y oportunidad… pero para todos y no para unos pocos; para que todo peruano, toda peruana pueda sentir que este país es suyo”.
S.S. Francisco, Perú, enero 2018
El régimen es corrupto. Esta democracia limitada y excluyente, se ha convertido en modelo generador de corrupción.
Es mucho más abarcador y más profundo que los negociados, el peculado, de los funcionarios o de los políticos.
Abarca a todos los sectores y actividades de la sociedad. Tengan o no que ver con el Estado y las instituciones. Hasta las religiones, cultos y credos abarca.
Un régimen que sobrevive por la exclusión, la imagen, el poder y el tener, no puede ser sino inherentemente corrupto. Un botón: cuando el modo institucional de ejercitar el gobierno y la conducción del Estado es monopólico; cuando se han abandonado las formas y dinámicas inclusivas de reconocer y respetar las fuerzas y potencias propias de la sociedad; cuando el modo exclusivo de acceso es la elección, en rigor, la campaña y ésta se reduce excluyentemente a lo tecnológico y multimediático con costos exorbitantes (la presidencial del próximo año no costará menos de 2500 millones), ¿Quién puede afrontarla? ¿”Quién paga pasaje?” ¿Quién elige y acomoda los candidatos en las listas? ¿Quién controla, nombra funcionarios, distribuye actividades, metas, objetivos?
Entonces, ¿que se vayan todos, como en el 2001? No es así. Ya se vio. La respuesta fue “Nos quedamos todos… ¿y qué?”
El principio, el comienzo de la solución, es RECUPERAR EL SISTEMA DE CONDUCCIÓN Y DECISIÓN DEL MOVIMIENTO NACIONAL. El Movimiento Nacional operativo y en el poder, soluciona los mecanismos, formas, ámbitos y dinámicas del régimen. Sobre todo en este tiempo en el que gran parte de los argentinos aspira a un cambio.
LA COMPOSICIÓN Y DISTRIBUCIÓN DE LA TOMA DE DECISIONES ES, DESDE AHORA MISMO, LA CLAVE DE RESTAURACIÓN.
Comenzando por corregir las distorsiones. La mayor, el monopolio.
LAS FUERZAS DE LA INSTITUCIONALIDAD SON UNA PARTE; LAS DEL TRABAJO Y LA PRODUCCIÓN, OTRA PARTE; LA DE LOS EXCLUIDOS, DESEMPLEADOS Y DESVALORIZADOS, LA TERCERA. Y TODAS DEBEN TENER UNA CANTIDAD EQUIVALENTE. EL TERCIO.
Para cerrar, viene al acaso de este texto una frase de un argentino al que no alcanza el tiempo para recordar y respetar:
“Un gobierno no cae porque sea malo simplemente, sino porque hay condiciones que se dan y fuerza organizada para aprovecharlas.”
John William Cooke
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